A continuación, transcribimos un artículo escrito por la psicóloga Laura Perales Bermejo sobre la crianza con apego en el que defiende este estilo de crianza. Esperamos que lo disfrutéis.
Se puede descargar el artículo en PDF pinchando aquí. Y acceder directamente a la fuente a través de este enlace: http://tiendarenacuajos.blogspot.com/2012/01/por-que-elijo-la-crianza-con-apego.html
Cada vez más madres deciden escuchar su instinto y seguir los dictados de su corazón a la hora de criar a sus hijos. No es poco habitual que estas madres reciban reproches en su entorno familiar y social alegando que su estilo de criar es una moda, no es racional, así van a malcriar a sus hijos, etc.
Nada más lejos de la realidad. Lejos de estar basado únicamente en el instinto (o en consejos infundados e incluso en intereses comerciales como otros estilos de crianza), la crianza con apego tiene una base científica amplia y sólida.
La crianza con apego (attachment parenting, termino acuñado por el pediatra William Sears) está basada en lo que somos: mamíferos. Puedes pedirle a un adulto que entienda ciertas cosas modernas. A un bebé no. Un bebé es instinto (una lectura recomendada para entender sobre el instinto y las necesidades como mamíferos de los bebés es “El Concepto del Continuum”, de la psicóloga Jean Liedloff), y necesita que atiendan su llanto o todos los años de evolución del ser humano en los que somos una manchita en el tiempo le dirán a gritos que va a morir de frío, hambre o a manos de un depredador. Necesita el pecho de su madre. Necesita mantener coherencia y seguridad con su figura de apego para desarrollarse psicológicamente sano (attachment theory, J. Bowlby).
El cerebro de los bebés no está completamente formado hasta más o menos los 3 años de edad (Si buscais una explicación clara y completa de este proceso podeis encontrarla en “La crianza feliz” de la psicóloga Rosa Jové). Nacen con el llamado cerebro primitivo, basado en instinto, y aun no se ha formado su cerebro superior, no se ha completado el proceso de mielinización neuronal (sobre los 2 años).
Esto viene de la mano de la Teoría de la Mente (Premack y Woodruf, Baron-Cohen y Leslie), que básicamente habla sobre la capacidad de un individuo para entender lo que ocurre en la mente de otra persona, para poder ponerse en su lugar, por lo tanto para poder engañar, sentir empatía, etc. Esta facultad se adquiere entre los 3 ó 4 años de edad, coincidiendo con la formación del cerebro superior.
Por lo tanto es físicamente imposible que un niño menor de esa edad nos intente engañar, nos intente manipular, entienda que tal o cual cosa no se hace (tampoco puede haber Metacognición a esa edad, no pueden saber por qué hacen lo que hacen ni las consecuencias de hacerlo), etc. Por lo tanto todo aquel que dice que atendiendo el llanto de un bebé le vamos a malacostumbrar, o que un niño nos está manipulando, se está equivocando, más allá de creencias o estilos de crianza.
Además en esta misma fase anterior a los 3-4 años el cerebro emocional del niño está formándose y se están creando las primeras conexiones neuronales que programarán el resto de su vida. Es necesario para un desarrollo sano que estas conexiones no estén basadas en el miedo, la indefensión, el estrés, etc.
No atendiendo el llanto o las necesidades (no solo alimenticias y de seguridad, sino afectivas) de un bebé, conseguimos que aparezca la Indefensión Aprendida (Seligman). En el experimento realizado por el psicólogo Martin E.P. Seligman, un perro recibía descargas eléctricas hiciera lo que hiciera, pulsara o no una palanca. Finalmente el pobre animal abandonaba toda voluntad, toda reacción, ya que iba a recibir una descarga de igual modo. Se convertía en un pelele. Y eso es lo que le ocurre a un bebé que no es atendido, a un niño que es ignorado.
El llanto es adaptativo. El niño que más lloraba cuando estaba solo o necesitaba algo era el niño que sobrevivía en los tiempos de nuestros ancestros. Si no hay respuesta por parte del adulto, se produce la indefensión aprendida. El niño no deja de llorar porque haya aprendido, porque sea “bueno”. El niño siente que va a morir. Siente un miedo atroz (y no sabe por qué, es un bebé) y su cerebro comienza a generar cortisol, una hormona generada por la glándula suprarrenal que se libera como respuesta al miedo y al estrés, y que puede provocar en grandes cantidades incluso lesiones cerebrales (aparte de daños psicológicos. Para conocer más sobre las consecuencias de dejar llorar a los niños, consultar “Dormir sin lágrimas”, de la psicóloga Rosa Jové). Es más, se ha demostrado con estudios sobre el nivel de cortisol mediante muestras de saliva que siguen generándola aunque hayan dejado de llorar. Colechar o dormir con los bebés (tal y como recomienda la Asociación Española de Pediatría) es lo que hacen los mamíferos, lo que entiende su organismo y lo sano psicológicamente para ellos.
Los niños deben recibir leche materna hasta que ellos quieran. Están ampliamente demostrados los beneficios de la leche materna. La OMS aconseja dar leche materna hasta los 6 meses de manera exclusiva y hasta los 2 años como mínimo junto con la alimentación complementaria. Además, una vez llegado el punto de comer otros alimentos, comen lo que necesitan sin necesidad de obligarles a comer (ver “mi niño no me come”, del pediatra Carlos Gonzalez) o engañarles para que lo hagan (la consecuencia de eso es aborrecimiento a la comida por asociación).
Portear es lo mejor para un bebé. Somos primates. Nuestro instinto y nuestro cuerpo no están preparados para carritos último modelo. No se sienten seguros fuera de los brazos de su madre. La psicóloga Jean Liedloff ya nos hablaba en su magnífica obra “El Concepto del Continuum” sobre la necesidad para el ser humano de continuar de un modo respetuoso y evolutivo con la crianza de los bebés.
Los niños son personas, y por lo tanto se les debe tratar como tal. Su crianza se debe adaptar a las etapas evolutivas del niño (recomiendo los libros “Amar sin miedo a malcriar”, de Yolanda Gonzalez Vara y “Ni rabietas ni conflictos”, de Rosa Jové). Antes de los 3 ó 4 años, por todo lo antes comentado, no puede comprender ciertas cosas, su cerebro no está preparado aun para ello. Por lo tanto evitamos las “rabietas” y las situaciones incómodas mediante el juego y la distracción. El niño no comprende que algo no se hace porque lo dice el adulto y punto. Se deben evitar situaciones conflictivas dejando fuera de su alcance cosas que no debe coger o no queremos que rompa, y si cogiera algo se le puede distraer con otra cosa que le interese o jugando con el niño. Es imposible que esté manipulándonos. No mide fuerzas. Y no comprende la imposición.
En esa etapa los niños aprenden absolutamente todo mediante el juego. Aprenden incluso el lenguaje (Piaget) como parte de ello. Pasan por el juego simbólico y van escenificando vivencias. Y con la misma herramienta, el juego, se les acompaña en su crecimiento, porque es la única herramienta adecuada para esta etapa evolutiva.
Esta etapa también es llamada etapa egocéntrica, por lo mismo comentado antes no pueden ponerse en el lugar de otras personas, y lo normal es que cojan todo, empiecen con el “mío”, expresen rabia a veces. Forma parte de su proceso evolutivo. No van a comprender el decirles que deben compartir, el regañarles por coger algo que no deben. En esta etapa no lo comprenden, el mundo gira en torno a ellos. Y deben pasar por esta fase para un desarrollo normal y sano.
Pasada esta fase, los niños comienzan a comprender más cosas. Esto no quiere decir que se les deba ningunear ni tratar como seres inferiores. Se comienza a hablar de otro modo con los niños, y desde luego se les habla como a personas, nunca negando sus sentimientos (por ejemplo si le duele algo, no debo negar lo que siente con el habitual “no es nada”, ya que el niño verá que lo que siente no es importante. En esta etapa hay que verbalizar los sentimientos, sin cuestionar, sin suponer, sin menospreciar) y acompañando su desarrollo psicológico del modo adecuado a su edad . Pueden expresar su enfado rompiendo algo, o gritar sin ningún sentido aparente, porque es su manera de decir alguna otra cosa, como que se sienten solos si mamá va a trabajar. Nuestro trabajo como madres es desentrañar esos motivos y emociones para darle el soporte adecuado y que aprenda que es un ser humano valioso y digno de respeto, por ejemplo diciendole que sabemos que está enfadado porque mamá va a trabajar y no se queda con el, pero que le queremos mucho y nos gustaría poder quedarnos en casa a jugar. Tampoco es bueno despreciar lo que hace, ni ensalzarlo por sistema para que no valore lo que ha conseguido por si mismo (lo mejor es describir, si por ejemplo hace un dibujo al niño le aportará mucho más que digamos lo que vemos, el color, las formas, o simplemente que lo ha dibujado el solo, a que por sistema tiremos del que bonito). Buscamos que los niños sean más adelante adultos independientes (y con capacidad de levantarse si se caen, resiliencia), capaces de tomar decisiones y de autogenerar soluciones, que se valoren a sí mismos y que se respeten a sí mismos y a los demás. Personas, no una
sombra de lo que hubiesen podido ser. Para más información acerca de este punto consultar los trabajos del psicólogo Haim G. Ginnot o Adele Faber y Elaine Mazlish.
Todas las emociones son sanas (aconsejo la lectura para este y otros muchos puntos de “Amar sin miedo a malcriar”, de Yolanda Gonzalez Vara). Todas tienen su función. Un sentimiento o emoción reprimida es la base para un gran problema futuro. La función de las emociones es dar salida a lo que sentimos. No hay emociones buenas y emociones malas, pero la gente tiende a reprimir la rabia o el miedo. Si un niño necesita descargar su rabia podemos darle un medio para hacerlo, como expresarla por escrito, o pegando a algo inanimado como un cojín. Pero nunca enseñaremos a un niño a reprimir sus emociones diciéndole que está mal enfadarse o llorar.
Los límites. Ese concepto tan mal entendido por casi todos los adultos. Poner límites no es decir que esto se hace porque lo digo yo. Un niño no va a entender esto. Ni lo va a entender ni es digno para él tratarle de ese modo. Se les puede acompañar mediante el juego y en la etapa siguiente mediante el dialogo y el trabajo exhaustivo para desentrañar sus sentimientos que tenemos la obligación de llevar a cabo como padres.
Los límites mal entendidos como “es que si no se nos suben a la chepa” (ya se ha comentado antes la imposibilidad de esto) llevan a marcar límites como quien marca territorio. Llevan a un absurdo en el que lo único que pretende el adulto es estar por encima del niño sin tener en cuenta para nada su educación. Llevan a considerar a tu hijo como tu enemigo y a una medición constante de fuerzas. Llevan a un resultado de niños que no comprenden nada porque no pretenden subirse a la chepa de nadie, que se ven solos en lo que si necesitan, que es la guía coherente de sus padres, y que aprenden a no comunicarse y a sentirse mal. Por otro lado, lo habitual y más cómodo es marcar límites para comodidad de los padres pasando por encima del desarrollo de sus hijos.
Hay límites necesarios, como los que conciernen a la seguridad o a la salubridad de los niños. No podemos dejar por ejemplo que corran por la carretera porque ellos así lo desean, para esto estamos nosotros allí, no para imponer que no se hace, sino para dependiendo de su etapa evolutiva jugar con ellos a ayudar a mamá a cruzar la carretera de la mano, o si ya son mayores explicarles por qué no es seguro y deben ir con nosotros. Pero también hay límites innecesarios que van en la línea del “aquí mando yo” que comentábamos. Teniendo en cuenta que es imposible que estén midiendo fuerzas y manipulando…¿pasa algo malo si quieren ponerse un pantalón distinto al que nosotros planeábamos, si no quieren dar un besito a un pariente o conocido, si quieren jugar en vez de hacer otra cosa? Esos límites son exclusivamente sociales, son innecesarios, y pasan por encima de las necesidades de los niños. Los niños efectivamente necesitan nuestra guía, nuestro acompañamiento, pero eso se entiende mal y se tergiversa haciendo ver que necesitan saber “quien manda” desde el principio. La autoridad se consigue desde el respeto y la admiración, no desde el miedo y la imposición. Eso sirve
para adultos también, cuanto más para niños que no disponen de las herramientas para comprender ciertas cosas.
Volviendo al tema de los besos. Si un niño no quiere dar o recibir un beso, no lo hará. Debe tomar decisiones sobre su propio cuerpo, no aprender que debe ceder ante los adultos para así hacerle presa fácil de personas malintencionadas que pueden aparecer en su futuro. Si es no, es no. Deben aprender a respetarse a si mismos, a reaccionar.
El gran pilar de este modo de criar es la Teoría del Apego (J. Bowlby , M. Ainsworth, H. Harlow…). En la Wikipedia:
La necesidad de bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido y cuidado ha sido estudiada científicamente.
La experiencia de su trabajo en instituciones con niños privados de la figura materna condujo al psicólogo John Bowlby a formular la teoría del apego.
El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus cuidadores o figuras de apego (Caregivers) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto (persona con que se establece el vínculo).
El apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado y protegido incondicionalmente.
El apego tiene una serie de características comportamentales:
Esforzarse por mantener la proximidad con la persona con la que se está vinculada
Resistirse a la separación sintiendo ansiedad, desolación y abandono ante la pérdida
Mantener un contacto sensorial privilegiado con la figura de apego
Usar la figura de apego como base de seguridad desde la cual poder explorar el mundo físico y social
Refugiarse en la figura de apego en momentos de tristeza, temor o malestar, buscando en ella apoyo y bienestar emocional.
Existe una clasificación de tipos de apego que se ha construido con base en la técnica de situación extraña diseñada por Mary Ainsworth. Se establecen cuatro categorías:
Apego seguro: Se da en el 65% de los bebés. Los bebés con este tipo de apego exploran de forma activa mientras están solos con la figura de apego, y pueden
intranquilizarse visiblemente cuando los separan de ella. A menudo el bebé saluda a la figura de apego con afecto cuando regresa, y si está muy inquieto, tratará de entrar en contacto físico con ella. Estos bebés son sociables con extraños mientras la madre está presente.
Apego resistente: Se da en un 10% de los bebés. Los bebés con este tipo de apego tratan de mantenerse cerca de la figura de apego y exploran muy poco mientras ella está presente. Se inquietan mucho cuando ésta se marcha, pero cuando regresa su reacción es ambivalente: permanece en su cercanía, pero pueden resistirse al contacto físico con ella mostrándose molestos por el abandono. Se muestran sumamente cautelosos con los extraños, aún en presencia de la figura de apego.
Apego evasivo: Se da en un 20% de los bebés. Los bebés con este tipo de apego muestran poco malestar cuando son separados de la figura de apego y generalmente rehuyen de ella cuando regresa aunque ésta trate de ganar su atención. Suelen ser sociables con los extraños pero pueden ignorarlos de la misma forma en que evitan a su figura de apego cuando regresa.
Apego desorganizado/desorientado: Se da entre un 5 y un 10% de los bebés. Es una combinación de los patrones de apego resistente y apego evasivo. El bebé puede mostrarse confuso permaneciendo inmóvil o acercarse para luego alejarse de forma abrupta a medida que la figura de apego se aproxima.
Los tipos de apego inseguro se dan en madres que rehúyen el contacto físico o emocional con sus hijos, en situaciones de maltrato o en situaciones incoherentes (unas veces las madres demuestran amor y cariño y otras gritan o rehúyen el contacto, a veces llevadas a ello por el estrés). El apego seguro viene proporcionado por madres coherentes que están disponibles para sus hijos, por el colecho (dormir con el bebé) nocturno, por la lactancia materna, por el respeto a las etapas evolutivas del niño. En definitiva, por todo lo que venimos abordando desde el inicio de este artículo.
Los niños con apego inseguro desarrollan personalidades ansiosas, rehúyen el contacto físico y las demostraciones emocionales, presentan excesiva dependencia, etc. Los niños con apego seguro, ante la coherencia de la situación y la disponibilidad de su figura de apego que les proporciona seguridad, van abriendo el círculo exploratorio con la edad, para convertirse en niños independientes, seguros y sanos psicológicamente. En niños y adultos, porque todos esos niños con apego inseguro desarrollarán su personalidad adulta en base a todo esto.
Los niños son dependientes, esa independencia ficticia por la que se aboga no es tal. Nacemos dependientes. Y somos los padres los que debemos proporcionar ese apego seguro para la independencia real. No imponer una falsa independencia que dañe a nuestros hijos para toda su vida.
No caigamos en los consejos infundados ni en la presión social. Contrastemos siempre cada paso que demos en el modo de criar a nuestros hijos. Y si además nuestro instinto
lo respalda, sigamos adelante. La naturaleza es sabia. Los consejos no pedidos no lo son.
Laura Perales Bermejo. Licenciada en Psicología por la UAM y madre
Referencias y bibliografía:
Crianza Natural: www.crianzanatural.com
Organización Mundial de la Salud: http://www.who.int/es/
Asociacion Española de Pedriatria: http://www.aeped.es/
William Sears: http://www.askdrsears.com/
John Bowlby “El apego (el apego y la pérdida I)”. Editorial Paidos Ibérica
John Bowlby “La separación (el apego y la pérdida II)”. Editorial Paidos Ibérica
John Bowlby “La pérdida (el apego y la pérdida III)”. Editorial Paidos Ibérica
John Bowlby “Una base segura: aplicaciones clínicas de la teoría del apego”. Editorial Paidos Ibérica
M. Ainsworth, E. Waters “Patterns of Attachment: A Psychological Study of the Strange Situation”. Lawrence Erlbaum Associates Inc.
J. Bowlby, M. Ainsworth “Child Care and the Growth of Love”. Penguin Books
Haim G. Ginnott “Entre Padres e Hijos”. Ediciones Medici
Adele Faber y Elaine Mazlish “Como hablar para que sus hijos le escuchen y como escuchar para que sus hijos le hablen”. Ediciones Medici
Adele Faber y Elaine Mazlish “Padres liberados, hijos liberados” Ediciones Medici
Jean Liedloff “El Concepto del Continuum”. Editorial Ob Stare
Mario Marrone “La Teoría del Apego, un enfoque actual”. Editorial Psimatica
Yolanda Gonzalez Vara “Amar sin miedo a malcriar”. Editorial Integral (RBA)
Rosa Jové “La crianza feliz”. La esfera de los libros
Rosa Jové “Dormir sin lágrimas”. La esfera de los libros
Rosa Jové “Ni rabietas ni conflictos”. La esfera de los libros
D. Corkille Briggs “El niño feliz. Su clave psicológica” .Gedisa
Rebeca Wild “Libertad y límites. Amor y respeto”. Editorial Herder
Carlos Gonzalez “Mi niño no me come” . Editorial Temas de Hoy
Martin E. P. Seligman “Indefensión”. Editorial Debate
Jean Piaget “La representación del mundo en el niño”. Editorial Morata
Jean Piaget “Formación del símbolo en el niño. Imitación, juego y sueño. Imagen y representación”. Fondo de cultura económica de España S.L.
Premack D, Woodruff G. “Does chimpanzee have a theory of mind?”Behav Brain Sci 1978
Leslie AM. Presence and representation: the origins of „theory of mind‟. Psychol Rev 1987
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